sábado, 21 de mayo de 2011

Algunas ideas para aprender a colaborar

Entrada en el blog XarxaTIC. Muchas veces me encuentro con algunas perlas en los blogs de referencia, los cuales acostumbro a leer cuando tengo un poco de tiempo. En algunos casos, procedo a la lectura y, en algún momento redacto un artículo basándome en algunas ideas extraídas de varias fuentes, pero en otros casos, como el de hoy, considero “imprescindible” traduciros y adaptaros el siguiente artículo de Edna Sackson (por su interés y…en el fondo, porque me gusta compartirlo con vosotros).

En nuestro ámbito docente hablamos sin parar sobre las habilidades que nuestros alumnos han de adquirir y, consideramos que las mismas se podrían basar en la colaboración, comunicación, establecimiento de pensamiento crítico y creatividad (sin olvidar en ningún caso la adquisición de “conocimientos”, de una u otra forma).
Creo que ha llegado el momento de aplicarnos el cuento y, incorporar, en cierta medida, lo mismo que promulgamos para ellos. Uno de los temas más importantes que, algunas veces (demasiadas a mi entender) se nos olvida, es la necesidad de colaborar. No vivimos en un nicho ecológico, ni nuestra aula es una reserva natural protegida por leyes que impidan la contaminación de la misma y, tenemos que aprovechar la “colaboración” para aumentar nuestras competencias docentes (que nos permitirán mejorar nuestra enseñanza, gracias a la mejora importante que se producirá en nuestro aprendizaje).

Pues bien para aprender a colaborar se recomienda lo siguiente:

Abrir la puerta del aula, de tal manera que pueda entrar el aire (y con el mismo, las ideas y experiencias externas)

Hablar, hablar y hablar. La planificación colaborativa necesita hablar, conversar, dialogar, etc. Se necesitan establecer mecanismos de comunicación adecuados para poder compartir experiencias, decir lo que está funcionando y lo que no, integrar elementos externos, permitir que elementos internos se difundan,…

Abrir la mente. Se ha de estar abierto a nuevas formas de pensar y nuevas formas de aprender. Quizás las cosas hayan cambiado y, convenga “volver a aprender” para poder “volver a enseñar”. La sociedad cambia, los métodos también y, ello implica que nuestras maneras de hacer las cosas tienen que evolucionar en la misma manera y en la misma dirección y sentido.

Incorporar a los alumnos en la comunidad de aprendizaje. Aprender entre iguales está muy bien y es necesario, pero si no tenemos en cuenta a los alumnos en ese aprendizaje (integrándolos o haciéndoles partícipes externamente), el mismo no tendrá ningún tipo de valor. Son ellos quienes se van a beneficiar, pues compartamos sus inquietudes y necesidades.

Obligar a que el aprendizaje sea interdisciplinario. No podemos restringirnos a nuestra materia y descuidar los lazos que existen con las otras. Un docente de lenguas puede aprender de uno de matemáticas y, uno de tecnología de uno de música. Aprendamos y obliguémonos a “hacer aprendizajes” colaborativos y no restrictivos.

Compartir. Compartamos nuestro tiempo, ideas y experiencias. No nos coloquemos detrás de un impresentable copyright docente y hagamos público nuestro material bajo licencias libres. Cerrar el conocimiento a las cuatro paredes de nuestra aula es muy triste y poco efectivo.

Incorporar las artes. Unas de las grandes olvidadas por parte de la Administración y muy arrinconadas en la mayoría de centros educativos. Las artes plásticas y musicales son mucho más que “hacer dibujitos” y “tocar un instrumento o escuchar música”, ya que permiten enriquecer el aprendizaje en cualquier materia. Hagamos que las grandes olvidadas sean las necesitadas e incorporadas en nuestro aprendizaje. Nada hay muerto hasta que decidimos matarlo y, en el caso de las artes, se necesita que revivan o resurjan de las cenizas en las que se las ha ocultado.

Establecer PLNs. Aprender de y con nuestra red personal de aprendizaje. Compartir prácticas exitosas ayuda a construir una aprendizaje más solido y colaborativo.

En definitiva, cualquier sistema de colaboración, hará que nuestro aprendizaje y, por tanto el traslado del mismo a nuestra forma de enseñar (la calidad de enseñanza), mejore considerablemente, beneficiando a quien realmente ha de ser el centro de nuestro trabajo, nuestros alumnos.

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